2/22/2014

Izquierdas fascistas



Muchas personas, incluso que presumen de intelectuales, no tienen el mínimo sentido común para separarse de su ideología y pensar por sí mismos. Maduro es de izquierdas, por tanto hay que apoyarle haga lo que haga, aunque se comporte como el peor dictador fascista. Lo mismo con Yanukóvich. Qué vergüenza. Pilar Rahola lo expresa mejor que yo en este artículo, aparecido hoy en La Vanguardia.

Las protestas de Venezuela y Ucrania han puesto sobre la mesa una cuestión que se repite con triste insistencia: la dificultad de cierta izquierda de considerar suyas determinadas causas que salen del patrón maniqueo históricamente establecido. Y no se trata sólo del consabido desprecio por las noticias trágicas que quedan fuera del mapa ideológico y son ignoradas por los autoproclamados campeones de la solidaridad internacional. Existe la causa palestina, pero no la de los libaneses que sufrieron la invasión siria. O los miles de muertos del yihadismo, la mayoría musulmanes. Y aunque proyectan una mirada paternalista hacia África, las víctimas africanas nunca han conmovido sus banderas. ¿Dónde estaba su rabia gritada en la calle contra la masacre de los tutsis en Ruanda? Como los malos no eran los yanquis o los de la estrella de David, no había malos, ni causa, ni muertos. El mundo está plagado de dramas que no interesan si no conforman el relato ortodoxo de la izquierda.

Es lo que está pasando con las actuales tragedias a lado y lado del Atlántico. Como en ambos casos el malo pertenece a la mítica izquierdosa (sea porque el chavismo vende retórica revolucionaria a los nostálgicos, sea porque los ucranianos quieren ser europeos y no rusos, y lo de Rusia aún no lo llevan bien en el flanco extremo izquierda), las protestas en estos países han sido recibidas con cajas destempladas en los aledaños más ruidosos del progresismo. Incluso algunos se han apuntado a la tesis del "fascismo" o el "terrorismo" para tildar a los opositores de ambos países, asumiendo el relato de dichos regímenes. Un tonto a las tres llegó a espetarme que no podía ser que un miembro del Consell de la Transició defendiera "el golpismo", dando por hecho que Maduro y Yanukóvich eran inequívocos demócratas, los muertos en Venezuela o Ucrania son culpables de haber sido masacrados y las protestas de la calle están dirigidas por el pérfido imperio yanqui. La retórica de Maduro es tan esperpéntica como implacable su autoritarismo represivo, y lo de Ucrania es, hoy por hoy, una matanza. El relato que publicaba La Vanguardia de la voluntaria médica Olesia Zhukovska, que alcanzó a escribir un "me muero" en su Twitter después de recibir una bala en el cuello, era escalofriante, como lo son las imágenes de las decenas de muertos que nos llegan. Pero nada conmueve a aquellos que se quedaron anclados en la guerra fría y aún viven con esa frontera simbólica en el centro de su ideología. A todos ellos les recomendaría leer a Albert Camus, que se rebeló contra estos dogmáticos de izquierda que desprecian las víctimas que no eran de su bando. Y sobre ello escribió una frase que dedico a todos lo que luchan en las calles de Venezuela y de Ucrania: "A pesar de las ilusiones racionalistas, e incluso marxistas, toda la historia del mundo es la historia de la libertad".