7/02/2015

Martin Armstrong, consultor financiero independiente.



Publica La Vanguardia esta entrevista, que me parece bastante alucinante. No sé si el tipo es de fiar, supongo que sí, pero lo que cuenta pone bastante los pelos de punta. Yo me he apuntado la fecha del 1 de octubre en mi agenda, para comprobar lo que dice.

A los 15 años ya era usted millonario.
Hice dinero comprando y vendiendo monedas antiguas. A los 23 ya publicaba predicciones sobre el mercado del oro asesorando a inversores y hasta bancos suizos.
Desarrolló un modelo económico que prueba de forma matemática la existencia de ciclos en la economía.
Me interesaba mucho el porqué del ciclo de subidas y caídas en los mercados. Estudié ingeniería informática e inteligencia artificial y creé (1972) un programa que relacionaba diferentes campos, datos económicos, con mi gran pasión, la historia. El programa analizaba una gran base de datos en busca de un patrón que explicase esos vaivenes de la economía mundial.

Y lo encontró.
Observé que los pánicos financieros, desde 1683 hasta 1907, estaban separados por un promedio de 3.141 días (8,6 años), el numero pi multiplicado por mil. Y así surgió mi código, que no sólo predice la caída de las economías, también predice guerras y cambios políticos.

Se convirtió en el asesor más requerido del mundo.
En 1983 fundé Princeton Economics Group, y seguí creciendo con delegaciones en todos los mercados del mundo. Muchos gobiernos solicitaron mis servicios, pero no necesariamente hacían lo que les recomendaba.

Predijo el crac de 1987, el colapso del Nikkei (1989) y el colapso financiero de Rusia (1998) treinta días antes de que ocurriera.
Todo está interconectado: si por ejemplo alguien decide invadir un país, antes se producen grandes movimientos de dinero. Cuando el London Financial Times publicó en portada mi predicción de la caída financiera de Rusia, la CIA quiso comprarme el programa, pero me negué, porque no lo querían para ayudar a la gente, sino para gestionar el poder.

No creo que se rindieran tan fácilmente.
Soy buen programador, todos mis ordenadores estaban interconectados: si uno sufría una interferencia, el sistema dejaba de funcionar.

Le invitaron a formar parte de un grupo de banqueros poderosos.
Sí, el Club de Nueva York de inversores, gente que estaba en fondos de riesgo. No quise formar parte de su sistema de vida. Yo ya volaba en primera, ya dormía en los mejores hoteles, tenía una casa magnífica... A partir de un nivel es imposible vivir con más lujo y gastar más, entonces ganar dinero se convierte en el juego de Monopoly, se compran y se venden compañías. No quise traspasar esa línea.
¿Una cuestión ética?
Antes el banco cuidaba del cliente, se creaban empresas nuevas que daban puestos de trabajo. Los créditos son para eso. Hoy todos funcionan como bancos de transacción, no le importas nada, te dejan dinero y le venden la deuda a otro, eso es todo.

Su genialidad fue castigada con once años de cárcel.
En 1999 avisé a Amada Corporation, importante cliente japonés del sector del metal, de que el club de intocables -Goldman Sachs y un grupo de bancos de inversión- iban a manipular el precio del mercado del metal.

¿Lo dedujo su ordenador?
Sí, y eso creó grandes e inesperadas pérdidas al club. La reacción fue acusarme de fraude y fui demandado por conspiración con dos empleados del Republic Bank of New York.

Le condenaron.
Yo registraba todas las conversaciones para demostrar la legalidad de mi trabajo, pero la juez no admitió esas grabaciones como pruebas de mi inocencia. Increíblemente, nombró administrador de mi sociedad a un alto ejecutivo de Goldman Sachs. En el 2001 el Republic Bank of New York (ya HSBC) fue declarado culpable de fraude y obligado a restituir daños y perjuicios tras comprobar que no existía tal fraude.

¿Y por qué no le soltaron?
Al HSBC, miembro del club, no le interesaba que hablase. Además, la CIA quería mi poderoso programa y yo seguía sin entregárselo. Tras los siete años, me encarcelaron cinco más por desacato a la autoridad.

¿Cómo acabó el asunto?
Tuve suerte, mi caso llegó al Tribunal Supremo y me dejaron en libertad (2011). Los bancos han tenido que pagar 5.700 millones de dólares en multas por actos criminales, los que yo empecé a denunciar en 1999.

¿Qué aprendió en la cárcel?
A no rendirme, y no me arrepiento. Ahora pretendía retirarme, pero mis clientes han vuelto porque saben que no soy parte de la política ni de los banqueros. En septiembre colgaré mi programa en internet para que esté a disposición de todo el mundo de manera gratuita y espero que ayude a hacer cambios políticos.

¿Cuáles son hoy sus predicciones ?
En octubre de este año comenzará una crisis de la deuda de los gobiernos (históricamente, ninguno ha sobrevivido) que alcanzará el punto álgido en el 2017, y estos se verán forzados a ser más agresivos con los ciudadanos para mantener su poder, con más impuestos y suprimiendo en la medida de lo posible el derecho de voto.

¿Cuál es su esperanza?
Que los ciudadanos tomen conciencia de cómo se reducen sus derechos, ya nos están preparando para eliminar la moneda y para que funcionemos electrónicamente a través de los bancos y, así, no tengamos capacidad de maniobra.