7/02/2011

Indignación por al Plaça Catalunya

  
  
  
Aunque al principio sentí cierta simpatía hacia el movimiento de los indignados, al sentirme identificada con ellos, últimamente me parecía una actividad esperpéntica. Los pocos que quedaban eran los antisitema de siempre, aprovechándose de la situación. La semana pasada pasé por allí y el espectáculo era denigrante. ¡Hasta un huerto en los parterres de las fuentes! Pilar Rahola en La Vanguardia hace unas preguntas muy interesantes:



"Las preguntas son del millón: ¿habrían permitido semanas de campamentos de gitanos rumanos?; ¿habrían negociado con campamentos de pobres indigentes?; ¿lo habrían hecho si la estética de la cosa, en lugar de ser progre-revolucionaria, hubiera sido de extrema derecha?; ¿y si hubieran acampado observadores de ovnis, convencidos del buen avistamiento que tiene la plaza? Ha habido una enorme dejación de la autoridad municipal, y allí donde no actúa la autoridad democrática, se impone la fuerza de la okupación. La protesta ciudadana es necesaria y democrática, incluso cuando es radical. Pero en la plaza Catalunya ya no había protesta ciudadana, había incivismo, suciedad y desprecio a la ciudad y a sus reglas de juego. Y el alcalde miraba hacia otro lado, enviaba mensajes de cariño y pactaba con la indigencia moral. Al final nos ha costado 240.000 euros, pero no pasa nada, que la casa es grande. Todo sea por la revolución."