"El ardor de la sangre"
Irene Némirovsky
El narrador-protagonista es Silvio, un hombre viejo y soltero. Criado en esa localidad, prefirió dilapidar su fortuna y recorrer mundo. Su regreso es para él la aceptación de su fracaso. Silvio pasa buenos ratos con sus primos, Hèléne y François, y con los hijos de un matrimonio que parece el culmen de la felicidad. Su hija mayor, Colette, va a contraer matrimonio, y lo que más desea es que su vida se parezca a la de sus padres, a los que admira.
Sin embargo, lo que parecía una novela amable y tranquila, con los recuerdos nostálgicos de Silvio y su desgana existencial, se transforma en una trama con tintes dramáticos. Algunos sucesos del pasado, que parecían sepultados, reaparecen inesperadamente para pasar factura a los personajes. El brusco e inesperado final impide saber cómo les afectará lo que allí ha sido desvelado.
Sin embargo, lo que parecía una novela amable y tranquila, con los recuerdos nostálgicos de Silvio y su desgana existencial, se transforma en una trama con tintes dramáticos. Algunos sucesos del pasado, que parecían sepultados, reaparecen inesperadamente para pasar factura a los personajes. El brusco e inesperado final impide saber cómo les afectará lo que allí ha sido desvelado.
Lo más interesante de la novela es el ritmo de la narración. También la actitud desencantada y cínica de Silvio, de vuelta de todo, lo que le permite juzgar de otra manera los sucesos que padecen algunos de los personajes. Además, están bien recogidos los anhelos y las costumbres de la vida campesina. Quizás resulte demasiado rocambolesca la evolución del argumento, con tintes de culebrón sentimental. Pero, con sus evidentes defectos, la novela se lee bastante bien.
Hasta aquí la crítica de Aceprensa. A mí me ha decepcionado bastante, porque me pareció magistral "Suite francesa". Me ha molestado un poco la filosofía de Silvio, un Don Juan desencantado que intenta justificar sus desmanes pasados atribuyendo deslices pasajeros del resto de los protagonistas como consecuencia de su auténtica personalidad. Es decir, la conducta correcta posterior es falsa. Un 8.