Copio de La Vanguardia de ayer, una entrevista a John L.Allen, vaticanista, es decir, experto en informar sobre el Vaticano. Lúcido, claro y no se deja engañar por tópicos. Es decir, buen profesional.
El estadounidense John L. Allen jr. es uno de los vaticanistas de referencia en el actual papado de Benedicto XVI, sobre quien ha publicado dos biografías. En una entrevista para La Vanguardia,Allen analiza el actual momento de la Iglesia católica y la estrategia de Joseph Ratzinger.
¿Cuán importante es aún el Papa en la política internacional?
Más importante de lo que mucha gente piensa. La Iglesia católica tiene 1.200 millones de miembros esparcidos por todo el planeta. Aunque el Papa no puede pulsar un botón y que los católicos hagan algo, la línea que marca sí es importante para fijar las prioridades políticas, sociales y culturales de los católicos. El caso más obvio es el papel de Juan Pablo II en el derrumbe del comunismo en Europa. Él también fue la principal voz de rechazo moral a la guerra de EE. UU. en Iraq.
Usted ha escrito que la Iglesia católica es a la religión lo que EE. UU. es a la geopolítica.
Sí, es la otra superpotencia que queda. Cada vez que hay alguna iniciativa interreligiosa importante en el mundo, nadie presta atención a menos que participe el Papa. La Iglesia católica es la más grande y la más integrada verticalmente. Tiene una estructura de mando clara. Como ninguna otra religión. Nadie sabe quién manda en el islam, en el hinduismo o enel judaísmo. Igual que no hay solución a ningún problema político o económico global que no implique a EE. UU., no hay solución a ningún problema religioso o espiritual global que no implique a la Iglesia católica.
Y, además, posee un cuerpo diplomático.
Sí, no hay ninguna otra religión que lo tenga.
193 países mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Sólo unos pocos no: Vietnam, Corea del Norte, Arabia Saudí e Irán. No es una lista en la que te guste estar. La Iglesia católica está posicionada de manera única para ser una voz religiosa y de conciencia en los asuntos globales.
¿Qué misión cree tener este Papa?
Está muy claro que la tarea número uno para Benedicto XVI se dirige al interior de la Iglesia, no al exterior. Lo que intenta hacer es restaurar un fuerte sentimiento de identidad católica, qué significa ser católico y qué nos diferencia del resto. Por eso hay tanto cuidado por cómo se traducen los textos de la liturgia, tanta atención a los teólogos que, desde el punto de vista del Vaticano, están enseñando las cosas equivocadas. El proyecto principal de Benedicto XVI es restaurar un sentimiento de identidad católico fuerte, claro, musculoso. Su esperanza es que, si se hace, el catolicismo estará más unido y será más efectivo para llevar su mensaje al mundo.
¿Es este un Papa de transición, dada su edad?
Cada papa es un Papa de transición, pues ha habido 264 antes que él y probablemente habrá centenares después. Pero no creo que Benedicto XVI fuera elegido simplemente para mantener el asiento caliente unos pocos años. En el cónclave del 2005 los cardenales decidieron que el desafío más importante para la Iglesia es la crisis de fe en Europa, que es la parte del mundo más apática ante la fe o en algunos casos más hostil, y que alguien tenía que hacer algo. Creyeron que Benedicto XVI, que ha escrito y pensado sobre la situación de la fe en Europa durante decenios, sería el hombre. Lo que pasa es que Benedicto XVI es legendario por pensar a largo plazo. No le preocupa el titular de mañana sino la situación dentro de 200 años. No puedes esperar resultados inmediatos. Él trata de legar un magisterio que permita a la Iglesia superar la crisis de la secularización europea. La mala noticia para los periodistas es que debemos esperar 200 años para ver si funciona.
¿El próximo Pontífice puede ser negro o sudamericano?
Un finalista la última vez fue el cardenal argentino Bergoglio. ¿Es posible? Desde luego que sí. De esos 1.200 millones de católicos, más de 700 millones viven en Latinoamérica, Áfricay Asia. Sería pues ya hora de que hubiera un Papa del mundo en desarrollo. Pero cuando se reúnen los cardenales en el cónclave, no piensan en el pasaporte o la edad. Intentan, de verdad, escoger al que tenga más talento, más santidad, al mejor equipado para dirigir la Iglesia. Si resulta que es africano, perfecto.
¿Puede haber un cambio radical en la Iglesia parecido, por ejemplo, a la perestroika en la URSS?
Históricamente, el cambio en la Iglesia católica es una sorpresa. Ahí está la diferencia con los protestantes. Estos cambian constantemente. En la Iglesia católica, por el contrario, las cosas, en la superficie, parecen no moverse durante mucho tiempo hasta que, de repente, algo erupciona. Ocurrió con el concilio Vaticano II. Muy pocos anticiparon el cambio tan sustancial que traería. ¿Es posible otro cambio radical? Por supuesto, pero hoy por hoy no lo veo en el horizonte.
¿Cuál es el estado de salud del catolicismo a escala global?
Varía tremendamente según la región. A nivel estadístico, el catolicismo goza de la mejor salud en elÁfricasubsahariana. En 1900 había allí 1,9 millones de católicos; ahora, 165 millones. Los seminarios están llenos y las misas también. Eso no dice mucho sobre la calidad de la fe, pero, numéricamente, el catolicismo vive un boom. En algunas zonas de Europa sucede lo contrario. La asistencia a misa ha bajado al 4, 5 o6 por ciento. Los seminarios se mueren. La Iglesia tiene una influencia pública muy reducida. El Papa no logró ni una mención de Dios en la Constitución europea. Pero es peligroso y engañoso evaluar la salud de la Iglesia sobre la base de Europa. Es como estudiar el mercado de la Coca-Cola donde se bebe Pepsi. En la foto global, al menos a nivel cuantitativo, a la Iglesia católica le va bien.