Lo de Chávez es de antología, y Alfredo Abián, vicedirector de La Vanguardia, tiene una lengua (pluma) muy afilada.
Alfredo Abián
UNO de los efectos de internet es que los mesías multiplican su visibilidad. Como sucedió antaño con la imprenta, la radio o la televisión, la red también acoge su corral cibernético. Con los raquíticos 140 caracteres que ofrecen algunos microbloggings,hay desquiciados capaces de izar altares populistas. Hugo Chávez es uno de ellos. Este año abrió una cuenta en Twitter para contrarrestar las campañas de la oposición en esta red social cara a las elecciones legislativas que hoy se celebran en Venezuela. Jamás hubiera imaginado la multinacional de mensajes cortos de San Francisco que su herramienta sería aprovechada por el comandante para lanzar un plan que atiende por "Mi casa bien equipada". Un proyecto electoralista de línea blanca que consiste en vender - "¡Bueno, bonito y barato!"-neveras, lavadoras, cocinas a gas y acondicionadores de aire fabricados en China, con descuentos de hasta el 60% y a pagar en cómodos plazos durante cuatro años. El de la boina roja dilapidará 72 millones de petrodólares en este arrebato socialista del siglo XXI. Antes de que Chávez viniera al mundo, la Latinoamérica que conmemora el bicentenario de sus independencias ya manufacturaba populismo. Evita Perón se convirtió en 1945 en la princesa del pueblo argentino. Repartía en los miserables suburbios desde dentaduras postizas hasta máquinas de coser. Por eso, muchos pobres de solemnidad le levantaron altares en las chabolas con su fotografía y unas velitas. Hasta intentaron canonizar a su joven santa. Chávez hace lo propio un siglo después. Sólo le falta desposarse con una Belén Esteban bolivariana para que hasta la Unicef exija bombardear el canal estatal Venezolana de Televisión, para impedir que el programa dominical Aló, presidente cause daños cerebrales irreversibles en la población.