01/01/2013

¿Qué ha marcado tu 2012?




A mí, el fallecimiento de mi padre, de 86 años, el 17 de diciembre. No quiero hacer aquí un reality show. Pero sí compartir reflexiones sobre el hecho.

Cuando leo un libro o veo una película, si es duro o muy duro, pero tiene un contrapunto positivo de humanidad me compensa leerlo o ver la película. En la vida real, ocurre lo mismo. El fallecimiento del padre siempre es un hecho muy duro, que marca profundamente, pero ha tenido, hemos vivido, contrapuntos muy positivos.

1.- Para todos los hermanos, somos seis, ha sido una ocasión de volcarnos con él y con mi madre, para que ninguno de los dos estuviera nunca sólo. Mi padre en la clínica, mi madre en casa, cuando no estaba en la clínica. Han sido tres semanas y pico de compaginar tareas. Y nadie se ha escaqueado en ningún momento. Tampoco las cuñadas, cuando no dábamos a basto, y los primos. Hemos hecho mucha familia; en la vida habitual no nos vemos ni convivimos tanto.

2.- A los tres días de operar a mi padre, por fin recuperó el conocimiento (nos habían dicho que ya no lo haría), y lo primero que hizo fue llamar a mi madre. Mi cuñada, que estaba allí, cundo lo oyó casi se deshidrata de llorar. No estaba en ese momento en la habitación. Cuando llegó, fue un gozo y una ternura ver a los dos que se habían "recuperado" mutuamente: como se miraban, sin hablar, y se besaban. 56 años de fidelidad.

3.- Fue un final muy sereno. Le preguntábamos cada día: ¿Te duele algo? No. ¿Estás contento? Sí. ¿Estás tranquilo? Sí. Sólo estaba muy cansado, respiraba muy mal (estaba fatal, fallecía al poco tiempo). Se preparaba totalmente consciente para marcharse al cielo, así lo decía; para pasar las Navidades en el cielo, como así fue. Era profundamente creyente, sin beaterías.

4.- De mis amigos y compañeros de trabajo recibí mucho apoyo. Habitualmente los compañeros son bastante reservados, pero en esta situación se han volcado con su cariño, que me han estado demostrando continuamente.

Y podría contar más. En fin, que los malos tragos no son tan malos cuando son motivo para que aflore el amor y el compañerismo, y en vez de estar centrado en el propio dolor, nos preocupamos del dolor de los demás. Descansa en paz, papi. Hasta que nos reunamos otra vez.