Yair Lapid, ministro de Finanzas de Israel. La Vanguardia 10 agosto 2013
Si hubiera unos cuantos como él, creería cercanlo el proceso de paz entre israelís y palestinos. Un soplo de aire fresco, distinto."La única alternativa al conflicto es crear un Estado palestino. Si continuamos controlando a tres millones de palestinos y estos se transformaran en cuatro, cinco o seis millones, llegará un día en el que nos digan: Si no queréis darnos un Estado y sois una democracia, dejadnos votar. Eso es el final del sionismo. Yo soy sionista, yo quiero que Israel continúe siendo el Estado de los judíos. No tenemos otro lugar en el mundo y no existe otra alternativa”, declaró a La Vanguardia en una de sus primeras entrevistas a un medio extranjero Yair Lapid, el flamante ministro de Finanzas y líder del segundo partido israelí, el centrista Yesh Atid (Hay futuro).
¿Por qué aceptó la cartera de Finanzas cuando el mundo vive una de sus mayores crisis económicas e Israel tiene también algunos problemas?
Por eso mismo. Entré en política para intentar resolver los problemas. Los políticos que fracasan son aquellos a quienes les molesta el viento en contra. Los buenos políticos saben pensar en términos de largo plazo. Tony Blair me enseñó que si tienes cosas difíciles que realizar, hazlas en el primer año, cuando estás lo más lejos posible de las elecciones. Esta es mi segunda carrera y no habrá una tercera. Ha sido la decisión de mi vida.
Es uno de los siete ministros del gabinete de Defensa y Exteriores, en el que se debaten los temas más secretos. Muy poco se filtra de allí. ¿Qué es lo que más le ha sorprendido?
Mire, si se lo cuento tendré que matarlo, y eso sería una pena, porque le aprecio (sonríe). Te das cuenta de la fuerza y de la intensidad de las amenazas. Pero, por otra parte, descubres el poderío israelí, que es muy alto, y eso te tranquiliza. Yo creo que los ciudadanos de Israel pueden dormir en paz, pero opino que siempre hay que ser muy cauto.
¿Existe una amenaza existencial contra el Estado de Israel?
No. Es decir, si Irán logra una bomba atómica, habrá una amenaza sobre el Estado de Israel. Aparte de eso, Israel está menos amenazado que antes, ya que ahora no tiene grandes ejércitos, brigadas de carros de combates egipcios, sirios o jordanos amenazando sus fronteras. Sí hay un sinfín de amenazas terroristas, inestabilidad regional que nos influencia. Como lo que ocurre en la guerra civil siria, en la que se han infiltrado grandes fuerzas de Al Qaeda.
¿Apoya un ataque militar contra Irán para impedir que logre una bomba nuclear, que en su opinión pone en peligro la existencia del Estado de Israel?
Existe un punto de no retorno que, si es cruzado por los iraníes, Israel no podrá permitir un Irán nuclear. Esa es mi opinión. Todo lo que le diga aparte de eso no sería responsable por mi parte.
Se ha reunido con Obama, con John Kerry, con el ministro de Exteriores francés... y todos le han expresado su preocupación por el tema palestino. ¿Qué les contestó?
Hemos conseguido reanudar el proceso de paz en unas condiciones que nadie creía posibles y en una coalición en la que no es nada simple. Y créame que aún nos espera una montaña rusa. Dije antes de las elecciones que sólo participaría en una coalición que negociara la paz basándose en la fórmula de dos Estados para dos pueblos. No dije nada vago, sino muy claro, incluyendo la necesidad de evacuar asentamientos, aunque eso no me alegre. Será un trauma nacional terrible, pero debemos hacerlo y lo apoyaremos. El primer ministro ha logrado entrar en las negociaciones con condiciones aceptables para la mayoría de la opinión pública israelí. No será fácil. Cuando usted se vaya, recibiré a familiares de víctimas del terrorismo. Me dirán: “¿Cómo se atreven a liberar a 104 presos que asesinaron a nuestros niños para reanudar las negociaciones?”. Yo les diré que entiendo su dolor, pero que mi objetivo es que no haya más niños que mueran a causa del terrorismo.
¿O sea que usted apoya la evacuación de los 70.000 colonos que viven en Cisjordania?
Estoy convencido y es necesario. Me opongo a evacuar poblaciones de Jerusalén o de los bloques de asentamientos, tal como acordamos con los palestinos. Sé que la evacuación de 70.000 u 80.000 personas de los asentamientos aislados (más allá de los bloques) será quizás el mayor trauma nacional desde la guerra del Yom Kipur. Y debemos prepararnos. Si no estuviese convencido de que es algo existencial, renunciaría a esa evacuación.
¿Espera una violencia real?
Puede ser que haya episodios violentos concretos. Pero creo que nuestro suicidio colectivo como nación fue en el año 70, cuando los judíos se mataron mutuamente en lugar de luchar contra el enemigo romano común y el segundo templo fue destruido. No creo que eso vuelva a ocurrir.
Apoya la creación de un Estado palestino. Pero ¿cómo se puede hacer, cuando en realidad existen dos Palestinas y una de ellas, la islamista de Gaza, ni siquiera está dispuesta a reconocer Israel como Estado?
Los palestinos tienen un representante, un presidente con el que hablamos y que preside un estado observador de la ONU. Hamas es una organización terrorista antisemita que no está en el poder. Y con movimientos de ese tipo no hablamos. Si logramos un acuerdo con la Autoridad Nacional Palestina sobre Cisjordania, a Hamas le ocurrirá lo peor que le puede pasar a una organización terrorista: pasarán a ser muy aburridos ante los ojos del mundo.
Dice que si no se crea un estado palestino, el sionismo estará en peligro. ¿Por qué?
Es una cuestión matemática. En este momento, entre el Mediterráneo y la frontera con Jordania hay tres millones de palestinos, sin tener en cuenta el millón y medio de ciudadanos árabes israelíes, que son algo diferente. Y ese número crece continuamente, más rápido que Israel, ya que la natalidad es superior. No logro aceptar a quienes dicen que Dios lo arreglará todo y que no hay motivo de preocupación. Eso es legítimo en la vida personal, pero no en la vida nacional. Tampoco acepto la tesis de que los palestinos abandonarán sus casas y se irán. No pasará. Debemos actuar sabiendo que hay tres millones de palestinos que tienen hijos, que se convertirán en cuatro, cinco o seis millones, y yo no acepto vivir en un Estado binacional.
O sea, propone un divorcio justo con los palestinos.
No un matrimonio feliz, sino un divorcio justo. El presidente Peres, mi padrino y gran amigo pese a la diferencia de edad, se enfada un poco conmigo cuando lo digo. Él habla de un nuevo Oriente Medio, pero nosotros conocemos esta región. En Canadá sería todo más tranquilo. Tenemos que separarnos de los palestinos y hacer que esa separación sea justa. Todas las grandes explosiones de violencia han ocurrido después del fracaso de las negociaciones. Pero eso no le otorga a nadie el derecho a dejar de intentarlo. No conozco otro camino que intentarlo una y otra vez hasta que tengamos éxito. Podemos fracasar 80 veces, pero luego surgirán los obstinados –y yo seré uno de ellos– que digan: “Seguiremos intentándolo”. Es cierto que a nuestro alrededor todo se tambalea, pero eso incrementa la necesidad de la paz. Vivimos en un mundo de lucha cibernética, de aviones sin piloto, de satélites y armas sofisticadas. La paz no reduce la estabilidad de tu seguridad, la mejora. Al final habrá un referéndum.
La UE ha decidido boicotear los asentamientos de Cisjordania y cortar todo programa de cooperación. Además, quiere señalar los productos procedentes de los asentamientos.
La decisión europea no es inteligente. No quiero ocuparme de si es justo o injusto. Nuestro problema en todo el proceso de paz es que en el lado palestino hay bastantes sectores radicales rondando. Al Qaeda, Hamas, Hizbulah, la Yihad Islámica... y todos le dicen a Mahmud Abas lo mismo: “Pare. En el mundo hay un proceso masivo de deslegitimación de Israel y lo único que lo puede detener es que negocie con ellos”. Y la UE, un minuto antes de que reanudemos las negociaciones, anuncia el tema de los asentamientos. Todos los radicales van a Abas y le dicen: “¿Lo ve? No hay que hablar con ellos ya que, cuando no lo hacemos, la UE hace el trabajo por nosotros”. Decisiones como la de la UE sirven a los sectores radicales que se oponen al proceso de paz y, por lo tanto, no son inteligentes, pues la intención europea no es esa.
El Barça ha visitado Oriente Medio y se ha entrenado en Cisjordania e Israel con niños israelíes y palestinos. ¿Cómo puede una marca como el Barça contribuir al acercamiento?
En 1982, en la guerra del Líbano, estuve destinado en la carretera Beirut-Damasco. Era el Mundial en que el italiano Paolo Rossi le metió tres goles a Brasil. Y allá, en Líbano, todos apoyaban a Brasil, judíos y árabes. Antes de empezar los partidos de Brasil disparábamos, disparábamos y disparábamos, unos contra otros, hasta que el árbitro silbaba. En ese momento, dejábamos el arma de lado y veíamos el fútbol. Ellos gritaban a favor de Brasil y nosotros hacíamos lo mismo. Cuando acababa el partido, volvíamos a disparar. El fútbol contiene un gran poder de pacificación. Es un idioma que todo niño palestino, israelí o español entiende. El conflicto israelí-palestino, contrariamente a lo que la gente cree, no es sobre fronteras. No es sobre aspiraciones nacionales, ni por 1967. Es un conflicto basado en el miedo, la ansiedad y el odio. Por eso, cuando un niño palestino y uno israelí están lado a lado vestidos con las camisetas del Barça y apoyando a Messi, les ocurre algo más fuerte que todo lo que sus líderes puedan hacer. Por eso la visita del Barcelona fue tan importante.
¿Cuáles serían sus primeras tres decisiones como primer ministro?
Aprobar los matrimonios civiles, una serie de decisiones en el campo económico, relacionadas con el bienestar de la población... pero mi primera decisión sería empujar al máximo el proceso de paz. Por ejemplo, yendo al Parlamento de Ramala y encontrando la forma de contarles nuestra narrativa. Si es necesario que me ponga una camiseta y vaya andando a Ramala, lo haré, porque es lo más importante para nosotros.
¿Cree que en el futuro puede haber otro magnicidio como el de Yitzhak Rabin, que quería alcanzar la paz? Usted incluso rechaza tener guardaespaldas...
No lo sé, hay que tomar medidas para que no ocurra, pero no podemos dirigir nuestras vidas en base a eso. Cuando mi padre salió del gueto en la Segunda Guerra Mundial, la familia Lapid dejó de tener miedo. De adolescente mi padre pasó dos años escondido en un altillo. Desde la shoa, los Lapid ya no tienen miedo.