Fernando Ónega, hoy en la vanguardia, hace un análisis de la partitocracia, que no democracia. Gobernar al servicio de un país y sus ciudadanos es otra cosa. A ver si se enteran. Muy bueno.

Esto es una enfermedad nacional que se agrava por días y proviene del empeño propagandístico de los gobiernos, empeñados en atribuirse todos los méritos. No hay jornada en que algún ministro no reclame aplausos por cualquier indicador positivo, "consecuencia, dice, de las reformas que hemos emprendido con valentía". Se dice tanto, que ya parece el himno del partido gobernante. Y lo peor es que están convencidos de que, si no fuese por su gestión taumatúrgica, estaríamos en bancarrota. Como la oposición se cree en la obligación de desmentirlo, atribuye al gobierno todos los males. Y en esta pelea, la sociedad civil no sólo pierde protagonismo, sino que desaparece del escenario de debate. Se la han cargado con este juego de egoísmos y partidismos.
¿Cuál es el paso siguiente? Algo más enfermizo todavía, probablemente letal para el hallazgo de soluciones acordadas: que el gobierno confunda la propaganda con la eficacia real y termine creyéndose su propia publicidad y que la oposición se alegre de los fracasos del país porque perjudican a ese gobierno. Ambas cosas son visibles ahora y lo fueron en el pasado. Zapatero no aceptó la crisis porque terminó creyendo que a él no le podía pasar. Rajoy se ha creído tanto la recuperación, que no predica más que datos positivos. La España que sufre desapareció de su campo visual.
En cuanto a la oposición, no hay más que recordar cómo los portavoces del PP parecían alegrarse de los males económicos del zapaterismo y comentaban los datos del paro con palabras y gestos que parecían de fruición, porque facilitaban su acceso al poder. Ahora, los socialistas parecen estar esperando una cifra negativa, no para ofrecer su ayuda, sino para ponerla en el panel de los fracasos del gobierno, aunque no tenga nada que ver. Por eso ya se empieza decir que el pesimismo está en la izquierda y el optimismo es de derechas. Desde esas posiciones mentales, a ver quién es el guapo que hace un pacto si beneficia al adversario; a ver quién espera un diagnóstico objetivo por parte de nuestra clase política, y a ver quién antepone el servicio al país a su interés partidario. Esa es la enfermedad política de España. Lo podremos comprobar hoy mismo ante los datos de la EPA. Y es lo más natural en quienes sólo pasan la vida luchando por el poder."