6/02/2010

Entrevista a Joaquín Navarro-Valls

    


Entrevista a Joaquín Navarro-Valls que publica hoy La Vanguardia. Muy interesante y con frases memorables, que subrayo en otro color.

Amable y profundamente reflexivo, ninguna pregunta le incomoda ni escapa de temas difíciles. Charlamos, tomamos té y fumamos esos cigarrillos que le gustan: finos y casi sin nicotina. Posee una visión del mundo que es resultado de la experiencia y la autoexigencia de juzgar con humanidad. Tuvo el privilegio de vivir junto a uno de los hombres más apasionantes de la historia y habla de ello a través de lo pequeño, de esas anécdotas que dan la verdadera dimensión de quiénes somos y que recoge en Recuerdos y reflexiones.En su investidura como doctor honoris causa de la UIC tampoco fue tibio: "A Dios - dijo- se puede confiar la propia existencia. A un código moral, ni siquiera una jornada".

Joaquín Navarro-Valls, ex portavoz de la Santa Sede, vivió junto a Juan Pablo II

Tengo 73 años. Nací en Cartagena y vivo en Roma. Soltero. Doctor en Psiquiatría y licenciado en Periodismo. Presido un comité asesor de la facultad de Medicina de Roma. Hoy no se sabe quién es el ser humano, pero se legisla sobre él. Me considero un ser creado

IMA SANCHÍS
Usted no se ha casado.

Cuando dices que sí a una cosa, estás diciendo no a otras muchas. Yo abracé una idea radical de cristianismo siendo laico.

¿Deseaba trabajar en el Vaticano?

Un día recibí una llamada: "Tiene usted que almorzar con el Papa". Pensé que era una broma, jamás me lo había planteado.

Permaneció 22 años, ¿apasionante?


Sí, increíble, ves la historia mientras se está haciendo y por quien la está haciendo.

¿Cómo era Juan Pablo II?

Poseía una alegría profunda. En las situaciones más tremendas y duras hacía reír a sus colaboradores.

¿Nunca le oyó levantar el tono?

Se enfadaba cuando veía seres humanos humillados y violentados física y moralmente. No podía soportar los abusos.

Sin embargo, varios seminaristas habían denunciado ante él los abusos del padre Maciel y no se les hizo caso hasta que acudieron a la prensa.


El representante de los Legionarios de Cristo escribió una carta en la que juraba que ninguna de las acusaciones era verdadera. Pese a ello, el proceso canónico contra él empezó en el pontificado de Juan Pablo II y terminó el primer año de Benedicto XVI.

La pederastia es un lastre que ha arrastrado la Iglesia durante mucho tiempo.


Se estima que uno de cada cinco niños ha sufrido abusos por parte de adultos. Hay países muy respetables que han firmado la Declaración de Derechos Humanos y que admiten en su país que un hombre pueda tomar por esposa a una niña de 7, 8 y 9 años, y la comunidad internacional no dice nada.

Quizá el problema de la Iglesia ha sido el secretismo, la ocultación.


Yo no defiendo a nadie, simplemente contemplo el fenómeno en su amplitud estadística, me asusta su dimensión y la pasividad con que gobiernos e instituciones afrontan el problema. Podrían ser acusados todos ellos de encubridores.

¿Wojtyla tenía sentido del humor?


El día que le comenté que no era bueno que una misma persona estuviera tantos años en mi puesto, él fingió que pensaba seriamente y luego dijo como para sí: "El doctor Navarro ha dicho una cosa muy importante que hay que reflexionar muy bien. Recuérdemelo dentro de cinco años". Bromeó hasta el momento de su muerte.

Su relación era estrecha...


Cada noche cenábamos juntos. Un día fui buscarlo y estaba en su capilla. Entré de puntillas y lo vi frente al sagrario cantando canciones populares polacas. ¿Quería distraer a Dios?... Era tremendamente humano.

¿Afectuoso y tierno con Dios?


Sí. Recibía miles de cartas conmovedoras de todo el mundo, la mayoría, para que rezara por alguien. Dio la orden de que le hicieran de cada carta un pequeño papelito con el nombre de la persona, país y tema, y los guardaba en el reclinatorio de su capilla privada. Sus oraciones iban destinadas a ellos.

No perder el humor y la inocencia es una capacidad de grandes hombres.


Cierto, escribí un artículo sobre el buen humor de los santos: si crees de verdad que Dios te creó y que está abierto a que tú le hables, esa seguridad de no estar solo te lleva a pensar que, pase lo que pase en tu vida, el final es un final feliz.

¿Usted tiene esa certeza?


Sí, por gracia de Dios, porque o te lo dan o sólo te queda pedirlo. Decía Pascal que un ser humano es verdaderamente grande cuando se pone de rodillas, cuando aprende a pedir lo que le falta.

¿Qué ha sido lo mejor que le ha pasado?


Nacer, ser. En un momento en que hay un problema serio de respeto por la vida, estoy convencido de que ser es mejor que no ser.

¿Cuál ha sido su caballo de batalla?


Salir de mí mismo: darte cuenta de que lo que está fuera de ti es más importante que tú.

El suyo fue un trabajo de 24 horas.


Nada que ver con el del Papa, que, además, era mayor, por eso le empujé en algunas ocasiones a irnos a esquiar. Una página de la historia: el Papa atravesando el caos del tráfico de Roma en un coche sin identificar, parando en todos los semáforos. Yo cruzaba los dedos para que nadie lo reconociese.

También ha estado inmerso en un mundo de intrigas, envidias, mezquindades...


Sí, pero cualquier personas que ha hecho cosas despreciables sigue albergando eso que puede resurgir aunque él lo ignore. Si lo ves así, el mundo de las relaciones se abre.

Ha frecuentado a grandes personas.


Una de ellas fue Mijail Gorbachov, al que no se ha hecho justicia, porque fue el responsable de que cayera el Muro. Y los ojos de la madre Teresa no los olvidaré, eran los de una chiquilla de 9 años. ¡Una alegría!... Y después de su muerte nos hemos enterado de que vivió en un estado de negrura, de duda permanente.

... Vio demasiada injusticia.


En Calcuta visité con ella aquellas inmensas estancias llenas de moribundos, hindúes, musulmanes, que ella recogía por las calles. "¿Usted los convierte?", le pregunté. "No - me dijo-,sólo pretendo que personas que han vivido como bestias puedan morir como hijos de Dios, es decir: lavados, peinados, alimentados".

¿Cuál ha sido la gran lección?


Que nunca puedes instrumentalizar a otro por un fin mayor, porque no existe nada más importante que un ser humano.