En el instituto, uno de los peores problemas con los que me encuentro a la hora de hacer trabajar a los alumnos es la falta total de responsabilidad ante lo que hacen: son, con excepciones, muy pasivos. Quieren pasar curso, que no aprender, sin esfuerzo, y como realmente no lo ponen, los resultados son desastrosos. Sin embargo ellos no se sienten culpables, porque según su filosofía de la vida, las cosas han de salir por si solas, sin hacer nada uno para que salgan. Por tanto, si no salen, la culpa siempre es de los demás. Y la respuesta es quejarse.
En esta entrevista a Swami Parthasarathy que publica La Vanguardia, nos habla de esta visión que tenemos en Occidente, que en Asia no es tan endémica. En fin, todo lo que dice es de un sentido común aplastante. ¿Algo sale mal? Mírate a ti mismo en qué has fallado.
"Una cultura basada sólo en los derechos
individuales no lleva a la armonía personal ni colectiva, porque, quien
es educado en la convicción de que tiene derecho a todo siempre
encuentra motivos para la queja.
¿Y no es así?
Al contrario: si vives convencido de que tienes todos los derechos,
crees que la única razón de tu insatisfacción es que alguien no te los
ha dado. Y de ese modo pierdes la oportunidad de tener
responsabilidades. Y, por ello, eres desgraciado, porque pierdes el
control sobre tu propia existencia.
¿Por qué?
Porque si sólo crees tener derechos, la causa de tu insatisfacción no
está en ti mismo, sino en los demás, en algo que otros no te dan. Y, al
pensar así, te conviertes en un niño mimado y dependiente al que por
mucho que se le dé todo, siempre le faltará algo.
¿La cultura de los derechos es también la de la queja y la insatisfacción?
Exactamente. Por eso Occidente siempre se queja y por eso ustedes siempre están insatisfechos por mucho que tengan.
Ahora tal vez tengamos motivos.
Todo está relacionado. La cultura de la queja es la razón de la
decadencia de Occidente. Porque, además de insatisfechos, esa cultura de
los derechos individuales sin ninguna responsabilidad social también
los hace a ustedes egoístas e improductivos.
También esa cultura nos hacía –hasta ahora– más prósperos que nadie.
El tiempo ha puesto las cosas en su sitio y cuando, por fin, en la
India y Asia nos hemos liberado de su colonialismo, nuestro sentido de
la responsabilidad nos ha permitido volver a ser prósperos.
¿Cómo?
La India y toda Asia y sus sociedades colectivistas están basadas en
el sentido del deber hacia los demás: el pueblo, la familia, la
sociedad. Por eso ahora ya estamos compitiendo con ustedes en el terreno
económico.
No sé si veo la relación...
Una sociedad como la occidental, basada en la continua reclamación de
derechos, los condena a la queja. Y los culpables siempre son los
demás: el Estado, el empresario, tu familia, los políticos, el
municipio... Pero lo peor es que, de ese modo, dejas la responsabilidad
de tu vida a alguien que no eres tú. Tú deberías ser, en cambio, quien
decidiera sobre tu propia satisfacción.
¿Cómo recuperas la iniciativa?
Dando. Basando tu vida en las obligaciones y las responsabilidades.
Eso volvería a hacerlos más productivos a ustedes los occidentales.
Porque, para que te den algo que crees merecer, sólo tienes que ser lo
suficiente insistente y hasta quejica, y tal vez te lo acaben dando.
Pero para poder dar algo a los demás, antes tienes que haberlo producido
y creado, y después ser generoso.
Dar no es la cultura imperante aquí.
Si fundas tu existencia en la responsabilidad y la generosidad de
dar, recuperas el control sobre tu propia existencia. Porque dar depende
sólo de ti; recibir te pone a merced de los demás. Si fundas tu familia
sólo para recibir amor y derechos, nunca obtendrás bastante y acabarás
abandonándola.
¿Por qué?
Porque el único modo de lograr tener una familia duradera es vivir
para dárselo todo. Mi única mujer y yo llevamos 58 años casados...Y
felices. Porque nunca pensamos en lo que nos debe el otro, sino en lo
que podemos darle a él y a nuestros hijos. El día en que piensas más en
lo que recibes que en lo que das, la familia deja de tener ningún
sentido. Nunca te dará bastante.
¿Esa actitud requiere tener religión?
Es universal y eterna en el ser humano que se conoce. Las
civilizaciones que progresan están fundadas en la generosidad, en
personas que trabajan, crean y dan a los demás.
Adam Smith creía que los egoísmos individuales arbitrados en mercados eficientes crean prosperidad colectiva.
Ese tipo de actividad puede darte prosperidad, pero no paz interior.
No es que la prosperidad sea mala en sí, pero si no va acompañada de
crecimiento interior, no satisface a nadie. Al contrario, esa
hiperactividad te estresa, y te vuelve engreído e intratable.
¿Por qué?
Porque el único placer real que da ganar algo es poder compartirlo.
Lo descubre el vedanta desde hace milenios. Y de él bebieron Platón,
Sócrates, Jesucristo y Mahoma. Y miles de maestros de todas las
culturas.
¿En qué consiste?
No hace falta una fe ciega ni ascetismo ni grandes revelaciones.
Llegará a esa verdad por su propio sentido común. No se trata de ser
santo, sino simplemente sensato.
¿Disciplina mental?
Madurez. Y no me refiero a la acumulación de conocimiento, sino a
sabiduría vital. El placer, por ejemplo, lleva aparejado el desplacer.
Si usted bebe por placer, acabará sufriendo por la bebida, a menos que
aprenda a controlar su deseo –es la neutralización– y madure hasta
descubrir que beber menos es la mejor forma de disfrutarlo más.
También depende de con quién bebas.
La causa de una relación mala no está en el otro, sino en tu propia
actitud. El defecto no está en el amigo, el coche, la casa, la esposa...
sino en ti mismo, en tu actitud hacia ellos. Todo conflicto de relación
es una oportunidad para estudiarte y corregirte. Antes de quejarse de
los demás, estúdiese y verá que el problema está en usted.